miércoles, 9 de junio de 2010

Los periódicos de guerra y posguerra: muy pocas páginas de un gran valor histórico

En nuestra tienda de Barcelona, cuando un cliente decide adquirir un ejemplar de periódico comprendido entre los años 1937 a 1950, le llama mucho la atención la pobreza de su contenido porque aquella publicación se compone de una sola hoja o de muy pocas. A menudo esta sorpresa se traduce en una impresión desagradable porque se espera gran cantidad de contenido informativo y muchas ilustraciones. Además, la mayoría de estos ejemplares se encuentran en mal estado de conservación. Por todo ello, se tiende a una desvalorización y a caer en el equívoco de que un periódico antiguo solamente es objeto de ser apreciado si contiene muchas páginas y si se encuentra en un estado impecable.
Se trata de un concepto que debe de ser eliminado porque estamos hablando de una generación de prensa muy singular con un formato y unas características que solo se han dado una vez en la historia de nuestro país y responde a unas circunstancias.

Desde el levantamiento militar de la madrugada del domingo del 19 de julio de 1936 se desencadenó un movimiento revolucionario. Los cuarteles militares fueran saqueados para tomar armas, y la clase obrera afiliada a los sindicatos puso en marcha un proceso de colectivización de las empresas bajo control obrero y destituyendo a los antiguos encargados. Así, la gran mayoría de editoriales de prensa pasaron bajo control sindical, salvo las que desaparecieron definitivamente. Durante el segundo semestre del año 1936, los periódicos salieron a los quioscos con el mismo formato sin que su calidad y cantidad se viesen alteradas. A partir de 1937 empezaron las restricciones como consecuencia del empeoramiento del conflicto bélico, situación que se extendería a lo largo de ese año y de todo 1938. Los ejemplares empezaron a reducir el número de páginas y a centrar exclusivamente casi toda su información nacional e internacional sobre la situación de España durante la Guerra Civil. Solo la publicidad y el apartado de deportes y espectáculos se escapaba un poco de la política, aunque no mucho debido a los conciertos y a los torneos benéficos. Aquellos periódicos que dedicaban diariamente notas gráficas en sus páginas centrales o en las portadas y contraportadas, ahora lo harían solamente una o dos veces por semana, generalmente los jueves y los domingos. Las imágenes publicadas de la guerra en color sepia eran impactantes y extraordinarias, convirtiéndose en un reportaje gráfico único e irrepetible. El decreto de descanso dominical se respetó y los lunes siguió la Hoja Oficial de la Provincia como sustituto del diario. Aparte de la reducción del número de páginas y de fotografías, la calidad del papel disminuyó e incluso algunos periódicos redujeron su formato a uno más pequeño. Eran los síntomas de la decadencia debida a la falta de recursos económicos.


En algunos casos, como el diario ABC se dio la paradoja de la existencia de dos ediciones simultáneas: una por parte del bando nacional publicado en Sevilla y otra del bando republicano editado en Madrid como portavoz de Unión Republicana. Mientras en el primero se iba informando de los avances de las tropas franquistas por reconquistar el país, en el segundo se hablaba de las pequeñas victorias por pocas que fuesen, del apoyo internacional a la causa republicana y antifascista, de la ayuda ofrecida por algunos países y de la resistencia de las milicias al avance de los nacionales. Precisamente, en este caso, para no desanimar al bando republicano y ofrecerle la cara real de la situación, estas noticias servían para calmar a la ciudadanía de lo que a medio plazo les esperaría. Este patetismo, esa agónica resistencia quedó reflejada en las noticias de estos periódicos como un reflejo de una instantánea de nuestra historia que jamás debemos de olvidar. En el bando republicano, el Ministerio de Propaganda y en e bando nacional la Delegación de Prensa y Propaganda se encargaban de supervisar, añadir o censurar en la prensa diaria.

A medida que las tropas franquistas fueron conquistando territorio, las editoriales de prensa que estaban bajo control sindical volvieron a sus antiguos propietarios, salvo las de tendencia republicana o de izquierdas que sencillamente cerraron definitivamente. Así, por ejemplo, en Barcelona, La Vanguardia del 25 de enero de 1939 aún se subtitulaba como un “Diario al servicio de la Democracia”. Tras la entrada de las tropas franquistas a la ciudad no se publicó ningún ejemplar y el día 27 de enero el periódico La Vanguardia se subtitulaba como “Diario al servicio de España y de General Franco”. En ese día todos los periódicos que se les permitió volver a editar bajo las condiciones impuestas por el nuevo régimen sacaron una edición especial de tan solo dos o cuatro páginas dedicada exclusivamente al triunfo del general Franco. Esa fecha era un viernes, e incluso la Hoja Oficial del Lunes sacó excepcionalmente un ejemplar ese mismo día de la semana, haciendo una excepción histórica.

Durante la posguerra más inmediata, la calidad de la prensa aún empeoró porque muchos periódicos solamente constaban de una hoja o una hoja y media, no incluían ninguna clase de imagen en la portada y el contenido era muy denso, con noticias breves impresas con un tamaño de letra muy pequeño. Todavía en el año 1939 algunos periódicos ofrecían notas gráficas una o dos veces por semana como máximo, y a partir de 1940 prácticamente desaparecieron salvo excepciones, como los domingos y días festivos, las fiestas tradicionales del calendario cristiano y otras fechas especiales señaladas relacionadas como las conmemoraciones franquistas. El bando vencedor aprendió que los medios debían cumplir una función social de servicio público. Se desarrolló entonces la teoría de la responsabilidad social de los medios. La Ley de Prensa de 1938 se mantuvo para el control exhaustivo de las publicaciones. Sus características más importantes eran la censura previa y las llamadas "consignas" a través de las cuales el Ministerio de Información y Turismo podía ordenar la inserción de artículos, incluso de editoriales, con una determinada tendencia o contenido. Las cabeceras de los periódicos representaban la mínima pluralidad que se consentía entre las distintas. Todo ello quedó reflejado en la prensa de la época. A partir de 1945 empezó una leve mejoría que se prolongó hasta la primera mitad de la década de 1950, reflejada en un aumento del número de páginas y con la inclusión de fotografías en las portadas. Sin embargo, no sería hasta el llamado “Desarrollismo” que las cosas cambiarían notablemente para la prensa española en general, pero eso ya es otra historia.
En síntesis, la prensa publicada durante la Guerra Civil y la primera etapa de la posguerra debe su singularidad a las circunstancias históricas, lo que convierte a estos periódicos aparecidos en una época tan difícil en ejemplares de gran valor, únicos e irrepetibles por la gran dificultad que existe de recuperarlos y porque en número son muy limitados los que todavía existen. Un valor que no se debe a su calidad, a su formato o a su volumen, debido a su historia, a su contenido y a lo que representa, cuyo regalo de aniversario debería de ser motivo de satisfacción para quien lo recibe al tratarse de un periódico sensiblemente diferente a los convencionales de otras épocas, como reliquia o “pieza de museo”. Por ello animamos a nuestra clientela a comprar sin miedo ni complejos ejemplares originales de periódicos de la Guerra Civil y de la primera posguerra.

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