domingo, 17 de junio de 2012

Revista LA CODORNIZ (1941-1978)


Revista satírica, salió en los quiscos el 8 de junio de 1941 al precio de venta de 50 céntimos. El propietario y director fue Miguel Mihura, y en sus páginas continuaba el humor vanguardista ya ensayado tres años antes en La Ametralladora por sus principales colaboradores (Tono, Neville, Herreros, Álvaro de Laiglesia) que también lo eran de la nueva publicación. Otras firmas en sus páginas fueron Wenceslao Fernández Flórez, José López Rubio, Jacinto Miquelarena, Enrique Jardiel Poncela y Ramón Gómez de la Serna entre los escritores, y Galindo y Picó entre los dibujantes, mientras Conchita Montes creaba un pasatiempo inmortal: el Damero Maldito. Fue editada por la editorial Rivadeneyra de Madrid.




Entre los años 1941 y 1944 su humor innovador, surrealista, absurdo y desconcertante provocó irritación y entusiasmo irreprimible por partes iguales. De hecho, tuvo muchos problemas con la censura de la época, incluidas numerosas multas, apercibimientos y hasta suspensiones. No pasaron desapercibidos para la revista los años de carestía, los sufrimientos de la inmensa mayoría del pueblo llano, la emigración, las prebendas de los afines al régimen y a sus negocios desde los aparatos de poder de los sindicatos, los gobiernos civiles o los ministerios. Tan fuerte era su atractivo que la devoción de sus lectores la hizo protagonista de artículos y portadas que nunca publicó y que fueron tan famosos como si hubiesen sido propios. Fueron tan sonadas sus leyendas urbanas, en especial las que hacen mención a sus portadas, que casi todos afirmamos haberlas visto sin ser cierto. Había incluso quien llegaba a decir que tenía un ejemplar de la revista, nunca publicada, haciendo correr el bulo de que había sido censurada y retirada de los quioscos por orden gubernamental.




En marzo de 1944, su director, cansado por no admitir a otros escritores y dibujantes que coincidieran con su concepto de los humorístico y tener la obligación de rellenar personalmente muchas páginas, vendió la propiedad de la revista a una sociedad anónima participada por el Conde de Godó, Juan José Pradera y Manuel Pombo Angulo, ascendiendo a la dirección a su redactor jefe, Álvaro de La Iglesia. Con él, a se inició la etapa más fecunda de la publicación. La revista aumentó su formato, nombró su segundo a Fernando Perdiguero, incorporó un nuevo plantel de dibujantes integrado por Nácher, Goñi, Mingote, Gila, Tilu, Chumy Chúmez, aumentó el equipo de escritores dando entrada a Rafael Azcona, Ángel Palomino, Rafael Castellano, Evaristo Acevedo, Óscar Pin, Alfonso Sánchez y la Baronesa Alberta, y fue creando secciones de enorme impacto: La Crítica de la Vida, La Cárcel y la Comisaría de Papel, ¿Está Vd. seguro?, Tiemble Después de Haber Reído, etc.



La Codorniz, que había tenido tiradas de 35.000 ejemplares con Mihura, se estabilizó en los 80.000 semanales, mientras que los extraordinarios mensuales llegaron a superar los 250.000. En una oleada posterior se incorporaron como firmas principales las de los articulistas Remedios Orad, Víctor Vadorrey, Gonzalo Vivas, Jorge Llopis, Juan Chorot, Bardaxí, José Luis Coll, Pgarcía y Julio Penedo mientras que la plantilla de dibujantes se ampliaba con Munoa, Máximo, Cebrián, Serafín, Kalikatres, Dátile, Pablo, Mena, Eduardo y Madrigal. Lo compacto del equipo que siempre andaba ensayando nuevas fórmulas, la arrolladora personalidad periodística y pública de su director y la firme mano de Perdiguero en la sombra, dieron a la revista una estabilidad en el éxito que había de prolongarse hasta la muerte de éste, acaecida en 1970.



La revista reflejaba la vida de diario y los acontecimientos de aquella España del régimen, con una riquísima y pormenorizada galería de personajes y situaciones que tocaban todos los aspectos de lo cotidiano, que interpretaban los acontecimientos más importantes y relevantes, que parodiaban a las instituciones del Estado. Hacían desfilar por sus páginas a los prototipos de los personajes de todas las calañas, siendo, en definitiva, el reflejo de España en clave de humor satírico.
Durante la década de 1960 la revista se adaptó a los nuevos tiempos del desarrollismo, tratando con humor el sueño europeo de los españoles y el auge del turismo (sobre todo extranjeras en las playas) aprovechando lo que a efectos prácticos era permisible dentro de esa “libertad” de prensa. En cada número inventaba una nueva realidad, muy diferente y más alegre de la que existía en aquellos años difíciles, y lo hacía con gran imaginación y talento. De ahí su eslogan imperecedero: “La revista más audaz para el lector más inteligente”.



En los años posteriores se inició un declive que se iría haciendo cada vez mas agudo, demostrando que el verdadero artífice de la revista había sido el espíritu de Fernando Perdiguero. Bastantes de las mejores firmas de La Codorniz emigraron a otras revistas competidoras, las que permanecían y las nuevas no fueron capaces de suplir sus ausencias y el recurso al aumento a veinticuatro páginas y la cuatricomía resultó material pero no intelectual. En 1977, después de treinta y tres años al frente de La Codorniz, Álvaro de La Iglesia fue cesado como director, sustituyéndole nominalmente Miguel Ángel Flores aunque el responsable real era Manuel Summers en compañía de Chumy Chúmez, que regresaban tras el cierre de Hermano Lobo. Del extinto semanario incorporaron a Manuel Vicent, Emilio de la Cruz Aguilar y alguno más entre los que se contaba el caricaturista Palacios. Su fórmula a base de destape y descaro nada tenía que ver con el estilo de antaño. Los lectores le volvieron la espalda con más energía si cabe, de modo que la revista interrumpió su salida el 29 de enero de 1978. Volvió a los kioscos el 19 de marzo de ese mismo año, adoptando formato de periódico. Contó con los dibujantes Martinmorales, El Cubri y Saltés como refuerzo del equipo, e incorporó a periodistas de la talla de Víctor Martínez Reviriego, Felipe Mellizo, Raúl del Pozo, Ángel Sánchez Harguindey y Pilar Trenas y al cantante Ramoncín.



Una nueva dirección llegó con Carlos Luís Álvarez "Cándido", aunque como él mismo habría de confesar en diferentes ocasiones, la nueva pauta aún resultó menos eficaz que la anterior y lo único que le cupo fue proceder a su entierro definitivo. La Codorniz, abandonada por sus lectores, dejó de publicarse el 11 de diciembre de 1978. La crítica del momento atribuyó al declive y desaparición de la revista a su falta de adaptación al cambio de la sociedad de su tiempo.