miércoles, 18 de junio de 2014

Revista AJOBLANCO (1974-1999)


La revista apareció en 1974 por el impulso de José Ribas, un estudiante barcelonés de derecho, de ideología libertaria y procedente de una familia burguesa, que aglutinó a su alrededor a filósofos, poetas, arquitectos, artistas y dibujantes de cómics de la escena contracultural de Barcelona de los años setenta. La aventura comenzó con 100.000 pesetas que les prestó un empresario textil amigo de la familia. Pero realmente surgió de aquel espeso vapor que desprendía una Barcelona en absoluto estado de ebullición. El grupo de amigos y artistas al que pertenecía Ribas, "Los Nabucco", se reunió una noche en el restaurante de la mujer de un joven torero que les cocinó el plato típico de su pueblo: ajoblanco. El sabor de aquel encuentro sirvió para fundar un gran proyecto en un pequeño piso en el número 15 de la calle de Aribau de Barcelona.


Todos ellos participaron en un proyecto que aunaba la oposición al régimen franquista con la independencia de los partidos de izquierdas de la oposición (especialmente, el PSUC, la Assemblea de Catalunya y Bandera Roja). Junto a la política, los intereses de la primera etapa incluyeron contenidos sociales inéditos hasta entonces en España como la antipsiquiatría, el ecologismo, el colectivismo, el movimiento gay y el urbanismo sostenible. Además los textos narrativos periodísticos destacaron por originalidad y renovación. Con los últimos estertores del franquismo, supuso un soplo de aire fresco para la deprimente realidad cultural del país. La publicación introdujo corrientes como la contracultura norteamericana, el mayo del 68 francés, las publicaciones underground europeas, la nueva literatura, el rock o el pensamiento libertario. Y “educó” a los jóvenes en materias hasta la fecha enterradas bajo el casto manto del régimen como eran el sexo o las drogas.


Alrededor de Ribas se estableció un equipo de redacción no jerarquizado que incluía a Toni Puig, Fernando Mir, Luis Racionero, María José Ragué, Quim Monzó, Santiago Soler Amigó, Juanjo Fernández, Jordi Alemany, Ramón Barnils, Ana Castellar, Albert Abril, Maria Dolls, Nuria Amat o Karmele Marchante. A ellos se sumaron las contribuciones de los lectores de la revista, hasta 2.000 a lo largo del periodo 1974-1980. En su momento de mayor éxito (hacia 1977) contó con un millón de lectores a pesar de que sus estructuras nunca llegaron a profesionalizarse del todo. Su idea era promover una cultura libertaria que condicionara un cambio social. La pretensión de la revista es analizar y denunciar con humor y mirada profunda la manipulación informativa, la creación de los nuevos villanos o enemigos públicos, las empresas que pregonan una falsa ayuda humanitaria, las esperanzas de los ciudadanos republicanos, la magia negra del poder y las enfermedades de los gobernantes, el imaginario macarra de los reality shows, la ridiculez de ciertas terapias alternativas y las esperanzas y peligros de la biotecnología.


Esta pretensión quedó clara en su contundente editorial: «El ajo pica. El Ajo repite. El Ajo no viene a llenar ningún hueco ni tiene un estilo propio… el Ajo es anónimo, abierto, extraño. Somos rigurosamente intolerantes, porque la tolerancia, pensamos, es una forma de acomodarse a lo que interesa. No busquéis en el Ajo una homogeneidad visible, unas ideas determinadas o un estilo propio. Tenemos el estilo de todos y cada uno de los dibujantes y redactores que forman el Ajo. No nos pidáis que seamos uniformes, ni tampoco coherencia, porque la realidad no es coherente. Alguien una vez nos dijo: “No me preguntéis quién soy ni me pidáis que permanezca invariable, es una moral del estado civil la que nos exige la documentación. Que nos deje en paz a la hora de escribir”. No tenemos otra identidad que la que decidimos tener cada día.» (…) «el Ajo es una revista ácida que opta por los encuentros, los intercambios, las redes, las culturas, la no dominación, la no soledad, la pasión, la innovación y los movimientos. Queremos innovar nuestra efímera realidad karaoke. Nos apetece estar en los desafíos actuales, escuchando y aportando.» (…) «El nihilismo nos horroriza. Queremos aglutinar movimiento civil: fue y es Ajoblanco».


De hecho, fueron frecuentes las disensiones dentro de la redacción de la revista, donde convivían el impulso ácrata de Ribas (que llegó a afiliarse a la CNT) y Racionero, con otros miembros del equipo, más cercanos al comunismo o al catalanismo. A partir de 1978, la revista entró en una crisis que se acentúa cuando, en 1979, Ribas (que pretendía trasladar una parte de la redacción a Madrid) abandonó la revista. Un año después, la revista dejó de publicarse por culpa de sus problemas financieros y de la realidad de su consejo de administración lejos de la línea editorial de la revista, que provocó el abandono de la mayor parte de sus colaboradores y del equipo de administración causados por las imposiciones de una nueva gerencia a cargo de Antonio Aponte.
Ribas, que pasó cuatro años en Madrid y dos más en Londres, regresó a Barcelona en 1986 con la idea de reflotar la revista. Para ello contactó con los otros miembros del triunvirato (Toni Puig y Fernando Mir) y el fotógrafo y escritor Jordi Esteva que empezaron a trabajar para que la revista volviera a los kioscos en octubre de 1987.


Jordi Esteva dejó la revista en el verano de 1993. En esta segunda etapa, se profesionalizó a través de la creación de una empresa editora (Odeón) y adoptó una postura muy crítica con los gobiernos del PSOE en España y de CIU en Cataluña. Así, en 1996, y sin abandonar su equipaje libertario, alcanzó un acuerdo de gestión con Unidad Editorial, cuya alianza permitió que la revista, que por entonces había alcanzado gran relevancia en América Latina, sobreviviese tres años más a pesar de su crisis financiera.
En 1999, el número 125 se despidió de sus lectores con la promesa de reencontrarlos en Internet. La página Web de la revista, sin embargo, nunca llegó a ofrecer contenidos inéditos. Sólo en 2004 volvió a los kioscos por un mes con un número especial que incluía una recopilación de las mejores páginas de su primera época con el nombre de "El Ajo". En 2007, José Ribas publicó "Los 70 a destajo" (editado por RBA), su crónica de los años 70 y de la primera etapa de la revista.


En una entrevista él mismo contaba que "Ajoblanco marcó un momento singular de la nueva cultura española de los años setenta, inspirada en su origen por las actitudes de la contracultura norteamericana, las publicaciones underground europeas, la nueva literatura, el rock y el pensamiento libertario. Mediante los encuentros callejeros, los viajes, las convivencias comunales, los manifiestos o llamadas y la correspondencia con jóvenes de distintos lugares de España, conseguimos articular un nuevo universo alternativo, que aglutinó los sueños y las inquietudes de una generación con mitos pero sin maestros… en definitiva en España las circunstancias nos forzaron a ser autodidactas y nos formamos gracias a un cúmulo de encuentros, lecturas desordenadas, viajes y azar".

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