El 1º de mayo de 1890 se celebró por primera vez la manifestación con motivo del Día Internacional del Trabajador. Sus orígenes se remontan en el Congreso fundacional de la Segunda Internacional celebrado en París en 1889, donde se tomó la decisión de celebrar el 1º de mayo como una gran manifestación internacional en esa fecha fija para que en todos los países y ciudades los trabajadores reclamasen la reducción de la jornada laboral a las ocho horas.
En enero de 1890 se comenzó en España a organizar la jornada, convocándose reuniones preparatorias por todo el país en las que se transmitió la idea de que sería una fiesta del trabajo. Esta decisión, al parecer, pretendía tranquilizar a los más recelosos y evitar cualquier connotación violenta del acto. La clase obrera se movilizó como reacción hacia la prensa y las autoridades, ya que éstos publicaron apocalípticos artículos contra la movilización. El gobernador civil de Madrid recordó en un bando las penas que establecía la ley y el Código Penal, y el alcalde movilizó a sus guardias y policías en lugares estratégicos de la capital.
La manifestación dominical reunió a miles de trabajadores y se desarrolló después de un mitin. Las reivindicaciones se llevaron a Sagasta, presidente del Consejo de Ministros. Realizada la entrega, la manifestación se disolvió.
El balance del primer 1º de mayo español fue ambivalente. Al ser la primera movilización obrera general el éxito fue indudable y, por consiguiente, tanto los patronos como el gobierno comenzaron a ser conscientes que, a partir de entonces, había que tener en cuenta al movimiento obrero. A partir de entonces, la jornada debía ser un día de afirmación plena de la lucha obrera, organizando actos conmemorativos, siempre con ánimo pacífico.
Como ejemplos de prensa española esta efemérides se ilustra con un ejemplar del diario "La Vanguardia" del 2 de mayo de 1890, y otro de la misma fecha de "El Imparcial", en cuya portada se observan claramente las columnas en blanco producto de la censura.