Revista ilustrada de crónicas de actualidad fundada en Madrid por Manuel Alhama Montes "Wanderer” (en alemán "Viejo"), con sede en el número 12 de la calle de Montera. Al cabo de un tiempo las oficinas (redacción y administración) se trasladaron a la plaza del Progreso y la imprenta en los talleres de Domingo Blanco, de la calle de la Libertad. En Barcelona tuvo una sucursal sita en las oficinas del "Diario Mercantil". De periodicidad semanal, el primer número salió en los quioscos de prensa el 9 de junio de 1899, gozando desde un principio de una gran popularidad no solo por su precio (20 céntimos de peseta) sino también por su carácter costumbrista.
Su salida al mercado coincidió con el proceso de transformación del periodismo español desde una prensa vinculada a partidos políticos hacia una etapa de mayor profesionalización basada en las empresas periodísticas como negocio que podía ser rentable. Esta transformación trajo consigo una diversificación en los contenidos, al convertirse en un medio que informaba y entretenía, dejando a un lado el proselitismo hasta ese momento imperante.
Todo ello fue consecuencia del tibio proceso de industrialización, concentración urbana y alfabetización del país. La formación de empresas periodísticas fue un hecho que obligó a hacer un producto competitivo con unos contenidos no marcados por una ideología concreta para lograr llegar a un público lo más amplio posible. Es un proceso que llegó a España con cierto retraso si lo comparamos con el resto de Europa, y que continuará durante todo el primer tercio del siglo XX. Nació así un público que buscaba información y entretenimiento, por lo que demandaba un periodismo más profesional y menos ideologizado. La revista trataba temas de contenido general, pero se ocupó también de temas artísticos, curiosidades, así como la realización de reportajes sobre lugares, pueblos, tradiciones, expediciones, aventuras, etc.
También se hacía eco, con carácter divulgativo, de las novedades científico-técnicas de la época aunque este apartado fue criticado por algunos contemporáneos. Habitualmente constaba de las siguientes secciones: 1) Recuerdos de mi vida, que eran capítulos y episodios de memorias inéditas de personajes académicos o de hombres de Estado; 2) Memorias de un escritor festivo, dedicado a recuerdos y relatos relativos al mundo de los teatros, la vida social y la política; 3) Opiniones sobre arte, por parte de artistas varios; 4) Tertulias aristocráticas de Madrid y otros artículos curiosos sobre la vida en el gran mundo; 5) Viajes ilustrados por España; Viajes ilustrados por el extranjero, siendo en ese sentido una de las primeras revistas españolas con amplios reportajes internacionales; Descubrimientos científicos; 6) Costumbres y misterios de animales, una serie de artículos ilustrados; y 7) Belleza femenina.
Además habían otros apartados con artículos y secciones fijas que fueron cambiando, como recetas, cuentos cortos y pasatiempos, siendo en ésta sección la que incluía los Anuncios Telegráficos, cobrados a dos pesetas las quince primeras palabras y quince céntimos cada una más. Especialmente conocidos eran sus concursos relativos a cultura general cuyo premio era de 100 pesetas de la época. Al principio de cada índice una nota a pie de página solicitaba a los lectores de la revista que sugirieran nuevos apartados y que colaboraran para mejorar la calidad de la publicación. Caso casi insólito, se animaba también a dichos lectores a enviar textos y fotografías que serían retribuidos por la empresa. Por todo ello esta revista se consideró "de género anexo al periodismo", es decir, con textos que se escapaban del llamado género periodístico oficial: la literatura periodística, las notas informativas, la publicidad periodística, las cartas al director y los pasatiempos.
Según avanzaron los años se introdujeron mejoras tanto en el diseño grafico como en su tipografía y, aparte de las tradicionales ilustraciones, comenzó a incluir también fotografías y anuncios publicitarios en el interior. De hecho la última página era de publicidad agrupada como de costumbre y con anunciantes fijos que apenas dejaban espacio para incluir alguno nuevo. Hay que tener en cuenta que en esos momentos las revistas eran el único medio que tenía el público para conocer algo más allá de su ciudad. Por ello, las ilustraciones sobre inventos de todo tipo o las curiosidades vividas en los lugares más remotos eran las protagonistas asiduas en un periodismo que no busca actualidad informativa y mucho menos propagar una ideología política. Las portadas evolucionaron del blanco y negro al color, de imágenes femeninas a ilustraciones de gran calidad artística de carácter temático e incluso fotografías coloreadas ya en su última etapa.
A partir del número 971 del 7 de enero de 1920 cambió parcialmente su formato interior pasando a disponer los textos a dos columnas. La mayoría de los textos iban sin firma, o si la llevaban no eran de relumbrón. Su sede se trasladó al número 65 de la calle de Martín de los Heros El 1 septiembre de 1930 salió el último número y dejó definitivamente de publicarse.