Revista fundada por José Ángel Ezcurra el 11 de mayo de 1972 subtitulada "semanario de humor dentro de lo que cabe". Tenía su sede en Madrid y estaba editada por Ediciones Pléyades. Su principal impulsor fue Chumy Chúmez, que se inspiró en el semanario francés Charlie Hebdo. El formato constaba de 16 páginas de 29x36 cm, con dos grapas a caballete, papel de mucho gramaje y mayor mano, impresa en dos tintas, poco texto e ilustraciones de gran tamaño. Su precio inicial era de 15 pesetas. Muy pronto se convirtió en la revista de humor de referencia del tardofranquismo, arrinconando incluso a publicaciones míticas como La Codorniz, la cual había empezado a acusar un acusado declive en las preferencias de los lectores.
Tal como afirmó su fundador, “fue una fulgurante irrupción. Hermano Lobo, sin aviso previo, sin campaña de lanzamiento, sin miramientos, hasta con descaro, invadió los quioscos españoles. Sus ejemplares aparecieron súbitamente como briosos pasquines que arrollaron revistas del corazón, semanarios, fascículos y toda clase de etcéteras de papel. Desde su morada hornacina en la portada, el hierático torero de Ops ofició como atrayente e inquietante enigma para que, al divisarlo, cuantos pasaban por allí se precipitaran al inmediato puesto de periódicos y, seducidos, sin pensarlo más, arrebataran los ejemplares de aquella revista de título tan extraño como inesperado. Y tan oportuno. Cuando, sedientos de humor, fueron descubriendo el sorprendente contenido de sus páginas, no solo se habían convertido ya en sus fieles lectores, sino en entusiastas prosélitos que utilizaron el directo boca-oreja para expandir la buena nueva”.
Según Ezcurra, el origen del nombre de la revista "se le ocurrió a Summers. Surgió de pronto, cuando ni el propio Chumy lo esperaba. En la prodigiosa mente de Summers prendió la chispa genial y, recordando el célebre aforismo de Hobbes (Homo homini lupus: “El hombre es un lobo para el hombre”) y añadiéndole además cierto aroma franciscano, nació el título: Hermano Lobo. Era un título magnífico, sugerente...”
Colaboraron como dibujantes Forges, Gila, Cesc, Jaume Perich y Manuel Summers, entre otros. Chumy Chúmez procuró dar la máxima importancia a los dibujantes, relegando a los escritores a una tarea complementaria, mientras les obligaba, además y en la medida de lo posible, a ocultar sus nombres verdaderos bajo los correspondientes seudónimos, de manera que no había forma de identificar la personalidad que se ocultaba tras ellos. Como articulistas había Francisco Umbral, Manuel Vázquez Montalbán y Manuel Vicent, entre otros. Destacados colaboradores también fueron Ops (de la revista El Roto), que debutó ilustrando la portada del número 1, y Emilio de la Cruz Aguilar, que con su sección "Las cassettes de Mac Macarra", junto con el peculiar y revolucionario lenguaje de los personajes de Forges, crearon un paradigma léxico de los jóvenes españoles de la década de 1970.
Testigo de los últimos años del franquismo y los primeros meses de la transición, se hizo famosa entre los jóvenes de entonces por sus famosas “Preguntas al lobo”. “¿Para cuándo la democracia en España?” “¿Para cuándo el final de la censura?” “¿Para cuándo la amnistía?” Y siempre con la invariable respuesta del lobo “Para el año que viene si Dios quiere”.
Igual que otras publicaciones satíricas de la época, sufrió algunas sanciones. El número 153 del 12 de abril de 1975 recibió una querella del fiscal “por menosprecio a la Justicia”, a causa del chiste de Ramón que ocupaba la portada: un señor más bien menudo, de rostro ingenuo, escucha un vozarrón portentoso que, inculpándole, le grita: «¡¿Conoce sus derechos?!»; aquél, tenuemente, le responde: «sí, señor»; el vozarrón finalmente le conmina: con un apabullante «¡Pues olvídelos». Al número 178 del 4 de octubre de 1975 le abrieron un expediente por “grave infracción” en lo que se refiere “a la seguridad del Estado” porque entendieron que Luis Carandell había intentado transgredir en sus inocentes “Coplillas de Don Luis”. Finalmente, el número 183 fue secuestrado por tres razones. En primer lugar, el juez de Orden Público, apremió por escrito al director de la revista para que identificara al autor del artículo “La bolsa masónica” incriminado que se escondía tras el “sospechoso seudónimo Vicent” o al propio Chumy que, además de sus dibujos, utilizó, entre otros seudónimos, el de Genoveva de la O para escribir sus gracias literarias. En segundo lugar, escandalizó a la censura la reproducción de un fotográfico zoom de la parte inferior de un biquini cuyo pie, bajo el título de “Tanga”, había escrito y firmado Tío Oscar (Umbral) en su sección “Las Jais”. Y en tercer lugar, irritó la portada titulada “75 años y un día” que, con transcripciones de la prensa de 1.900, seleccionaba Fernando Lara. Las tres imputaciones dieron lugar al secuestro del número, a la apertura del correspondiente sumario en el juzgado de Orden Público y a la incoación del expediente aludido.
En 1972 salieron los número del 1 al 34, en 1973 del 35 al 86, en 1974 del 87 al 138, en 1975 del 139 al 190 (salvo el 183 que fue secuestrado y jamás vio la luz) y en 1976 del 191 al 213. El último número se publicó el 6 de junio de 1976. Aunque el humor de esta revista fue renovador en su época, cáustico con el poder, irreverente y crítico con la sociedad de su tiempo, no obstante al entrar en el tercer año de su existencia comenzó a experimentar una huida de lectores que llevó su economía a números rojos. Su desaparición respondió al hecho de haber desaparecido el impacto de la novedad de un humor que terminaba por resultar excesivamente coyuntural en la dura etapa de la transición social española. No se supo dar con la fórmula renovadora y al fin, con un especial de verano con muchas más páginas vendido al precio de 60 pesetas, concluyó una aventura por demás estimulante.
En agosto de 2007 esta revista se reeditó pero con formato digital. En un proyecto conjunto de Ediciones Pléyades y la Universidad de Salamanca, se llevó a cabo la digitalización y catalogación de los 213 números de la revista (http://www.hermanolobodigital.com/). El principal impulsor de este proyecto fue José Ángel Ezcurra Carrillo, antiguo editor de la versión en papel. Por la parte de la Universidad de Salamanca participaron los profesionales del servicios de archivos y bibliotecas. Integrados por el director del servicio Severiano Hernández Vicente y los profesionales cubanos Emilio Joel Macias Gómez, Abel Casaus Peña, Claudia Marcos Marisy, Lourdes Borras Veiga y Karoll William Pérez Zambrano.