La revista Estampa fue una publicación semanal ilustrada de reportajes sobre crónicas de actualidad nacional e internacional nacida como un proyecto editorial de Luís Montiel de Balanzat, ingeniero madrileño y monárquico moderado, y un entusiasta de la técnica, las máquinas y el progreso. Este personaje, que se había iniciado en el mundo de las artes gráficas a través de Papelera Madrileña y la imprenta Gráficas Excelsior, adquirió los talleres de Sucesores de Rivadeneyra, unas instalaciones que le permitieron imprimir publicaciones oficiales como La Gaceta de Madrid y el Diario de Sesiones. Adquirió también nuevas rotativas de heliograbado y reestructuró los talleres, mecanizando y electrificando todo el proceso de producción.
El primer número salió a la luz el 3 de enero de 1928, y desde un principio cumplió con las pretensiones que respondían a su subtítulo “Revista Gráfica y Literaria de la Actualidad Española y Mundial”, con reproducciones gráficas de calidad excelente. Montiel colaboró mediante concierto con Antonio García de Linares, el cual dirigió la revista solamente un par de meses pero consiguiendo en este breve espacio de tiempo una tirada de 100.000 ejemplares. A partir del número 10, el mismo Montiel se hizo cargo de la dirección de la revista, dejando la función de jefe de redacción al periodista Sánchez Ocaña. Transcurrido un año, se llegaron a los 200.000 ejemplares, lo que igualaba a fuertes competidoras de la época como eran las revistas Blanco y Negro y Nuevo Mundo.
El primer número salió a la luz el 3 de enero de 1928, y desde un principio cumplió con las pretensiones que respondían a su subtítulo “Revista Gráfica y Literaria de la Actualidad Española y Mundial”, con reproducciones gráficas de calidad excelente. Montiel colaboró mediante concierto con Antonio García de Linares, el cual dirigió la revista solamente un par de meses pero consiguiendo en este breve espacio de tiempo una tirada de 100.000 ejemplares. A partir del número 10, el mismo Montiel se hizo cargo de la dirección de la revista, dejando la función de jefe de redacción al periodista Sánchez Ocaña. Transcurrido un año, se llegaron a los 200.000 ejemplares, lo que igualaba a fuertes competidoras de la época como eran las revistas Blanco y Negro y Nuevo Mundo.
El criterio editorial que guió Estampa desde su creación fue el de llegar al gran público, y para ello hizo falta un ademán moderado, sin compromisos políticos evidentes, de manera que resultó casi imposible no encontrar en ella ningún referente ideológico explícito más allá de posiciones entendidas como comunes por un amplio abanico de población, como eran el sentimiento religioso o el patriótico. La revista Estampa tuvo la intención declarada desde un primer momento, de ser la revista de todos y para todos centrada en las informaciones gráficas sobre acontecimientos curiosos, pintorescos o exóticos, en noticias sobre gente famosa y en abundantes reportajes sobre la cotidianidad, con la cual se identificaron los lectores.Desde el primer número, la revista se decantó hacia un público femenino y sin ser ni una revista femenina ni una revista realmente feminista, se interesó por el papel de la mujer en la sociedad del momento, destacando su incursión en profesiones hasta aquél momento reservadas al hombre. Otro rasgo importante fue que a pesar de editarse en Madrid, la publicación no mostraba un talante excesivamente centralista, sino que dio información gráfica de todo el estado, haciéndose eco en sus reportajes, de intelectuales y políticos catalanes, vascos o gallego, siempre desde un tono de respeto e incluso de admiración.
Una característica distintiva de la revista fue la gran cantidad de fotografías que llenaban las páginas de la publicación. En un primer momento, entre 1928 y 1930 pareció haber una disparidad de formas y de estilos. Hubo gran cantidad de colaboradores gráficos, generalmente fotógrafos que tenían galería abierta en alguna ciudad mínimamente importante y que enviaban imágenes sueltas que daban cuenta de los acontecimientos provincianos de cierta relevancia social. Estas fotografías se presentaron como notas gráficas en una especie de álbum visual. Fue la fotografía de reportaje la que tuvo mayor presencia en la revista, o al menos la de mayor peso en el tratamiento editorial.
Entre finales de 1930 y principios de 1931 se hizo evidente un cambio en la revista. Diversos fotógrafos habituales dejaron de publicar con la misma asiduidad. Hubo también una cierta renovación en los colaboradores gráficos de provincias y un aumento notorio de las fotografías de agencia, aunque a partir de 1932, dejaron de tener aquel carácter melifluo, chocante o exótico para convertirse en más cosmopolitas. Entre 1931 y 1932 parece que la fotografía de reportaje tuvo menor presencia que en la etapa anterior. Sin embargo, se produjeron trepidantes acontecimientos que estaban sucediendo en España. La revista llevaba abundantes páginas de notas gráficas, en realidad reportajes sobre aquellos acontecimientos (quema de conventos, huelga general, etc.) realizados por diferentes fotógrafos.
Entre finales de 1930 y principios de 1931 se hizo evidente un cambio en la revista. Diversos fotógrafos habituales dejaron de publicar con la misma asiduidad. Hubo también una cierta renovación en los colaboradores gráficos de provincias y un aumento notorio de las fotografías de agencia, aunque a partir de 1932, dejaron de tener aquel carácter melifluo, chocante o exótico para convertirse en más cosmopolitas. Entre 1931 y 1932 parece que la fotografía de reportaje tuvo menor presencia que en la etapa anterior. Sin embargo, se produjeron trepidantes acontecimientos que estaban sucediendo en España. La revista llevaba abundantes páginas de notas gráficas, en realidad reportajes sobre aquellos acontecimientos (quema de conventos, huelga general, etc.) realizados por diferentes fotógrafos.
Con el número 227 del 14 de mayo de 1932, la revista Estampa inició una nueva etapa. Hubo un notorio descenso de la fotografía deportiva y las notas gráficas de actualidad fueron dejando de ocupar espacio, hasta ser prácticamente inexistentes en 1934. Hubo también una menor cantidad de imágenes por página pero con un formato mayor, aumentando el número de reportajes.
A partir del número 447, coincidiendo cono el inicio de la Guerra Civil española, todo y la fidelidad en la legalidad republicana (a pesar de la su filiación monárquica) por parte de Montiel, la revista Estampa fue confiscada por las Juventudes Socialistas. También, a partir del citado número, la guerra monopolizó la información escrita y la información gráfica, dejando lugar a reportajes propagandísticos de la Unión Soviética. Sin embargo, en este periodo hubo una gran parte de fotografías que aparecieron sin firmar, sobre todo aquéllas procedentes del frente. El último número salió en la luz en el año 1938, y finalizado el conflicto bélico no obtuvo el permiso necesario para volver a editarse.
Según Francisco Vera Casas, en su estudio titulado “Aproximación a la fotografía de reportaje en la revista Estampa (1928-1928)”, concluyó en su ponencia ofrecida en la Universidad Politécnica de Valencia que la revista Estampa "es un ejemplo de revista ilustrada con clara vocación de prensa de masas, una revista para ser vista tanto como leída, una publicación destinada a satisfacer la pulsión del lector, erigiéndose en un medio de comunicación y de representación del mundo, en un organizador simbólico y un generador de la cosmovisión. Contrariamente a las publicaciones coetáneas, Estampa toma formas y postulados modernos, cuando menos, en las formas y lo hace todo partiendo de los modelos autóctonos (de los cuales irá librándose de manera progresiva) en un periodo en que otras revistas europeas se renuevan o aparecen, como la francesa Vu."
A partir del número 447, coincidiendo cono el inicio de la Guerra Civil española, todo y la fidelidad en la legalidad republicana (a pesar de la su filiación monárquica) por parte de Montiel, la revista Estampa fue confiscada por las Juventudes Socialistas. También, a partir del citado número, la guerra monopolizó la información escrita y la información gráfica, dejando lugar a reportajes propagandísticos de la Unión Soviética. Sin embargo, en este periodo hubo una gran parte de fotografías que aparecieron sin firmar, sobre todo aquéllas procedentes del frente. El último número salió en la luz en el año 1938, y finalizado el conflicto bélico no obtuvo el permiso necesario para volver a editarse.
Según Francisco Vera Casas, en su estudio titulado “Aproximación a la fotografía de reportaje en la revista Estampa (1928-1928)”, concluyó en su ponencia ofrecida en la Universidad Politécnica de Valencia que la revista Estampa "es un ejemplo de revista ilustrada con clara vocación de prensa de masas, una revista para ser vista tanto como leída, una publicación destinada a satisfacer la pulsión del lector, erigiéndose en un medio de comunicación y de representación del mundo, en un organizador simbólico y un generador de la cosmovisión. Contrariamente a las publicaciones coetáneas, Estampa toma formas y postulados modernos, cuando menos, en las formas y lo hace todo partiendo de los modelos autóctonos (de los cuales irá librándose de manera progresiva) en un periodo en que otras revistas europeas se renuevan o aparecen, como la francesa Vu."
Prosigue el mismo diciendo que “Estampa es, pues, una publicación claramente visual que, frente a la compaginación estática de las sus publicaciones precedentes, presenta una maquetación dinámica que obvia muchas veces la estructura de columnas, permitiéndose, incluso, desbordar la caja con las imágenes. Sin embargo, Estampa se diferencia de aquellas revistas en el uso que da a las fotografías, cada vez más alejadas de la mera ilustración para dar cuerpo informativo y expresivo a las formas del reportaje. Nos encontramos, pues, ante una publicación de ideología moderada de derecha, pero que responde a las expectativas y los deseos de cambios y transformaciones de su tiempo mediante la representación de este mundo como algo cambiante, mirándolo de manera diferente, fijándose en la gente de la calle tanto como en los personajes ilustres y mostrando las paradojas y curiosidades que por todas partes aparecen. Creo que no sería denodado pensar que la estructuración simbólica y cultural de la España de aquel momento se debía, en gran parte, a Estampa”.
Y finaliza su conclusión diciendo que “sin embargo, Estampa acoge la obra de fotógrafos profesionales que, al margen del salonismo y de las pretensiones artísticas, entienden la fotografía como comunicación y como información, como el medio para transmitir a los suyos coetáneos el mundo en que viven, mostrándolo desde ángulos y puntos de vista nuevos, en una posición que se me atrevería a decir intermedia entre la elección temática de cotidianidad de la fotografía francesa y las formas compositivas y de posición del fotógrafo de la fotografía alemana del momento. La obra de los Zapata, Badosa, Benítez Casaux, Contreras y Vilaseca, Erik, Gonshani, Marina, Oplés, Almazán, etc., son una parte importante de nuestro patrimonio fotográfico y representan uno de los periodos más prolíficos, a mi entender, de la fotografía española. El trabajo de estos profesionales, unido al de autores ya conocidos y reconocidos, como es el caso de Alfonso, Centelles, Campúa o Díez Casariego, conforman la iconografía de nuestra historia y la recuperación de su obra supondría subir un importante escalón en la construcción de una historia de la fotografía española."